Inspírame en las tardes de domingo cuando mis manos quieran buscarte y no te encuentren. Que cada gota que bebo sea el flamígero recuerdo de lo que está por venir.
Pero al llegar la noche, al llegar la noche no me dejes sola. Levántate, apaga la luz, y abrázame. Imagina por un momento que pudiera ser así siempre que quisiéramos. Háblame sobre las mentiras que sabes que deseo que me digas y deja reposando tus labios en mi oído, que tu aliento sea la más dulce banda sonora que pueda escuchar jamás y los latidos de tu corazón y el ritmo de tu respiración el compás que me haga poco a poco cerrar los ojos.
Solo cuando esté profundamente dormida podrás marcharte. Entonces, vuelve a levantarte y enciende la luz. No me gusta despertar a oscuras.
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