Puedo despreciarte en la distancia con un simple pensamiento, y refugiarme en esa distancia cuando todo lo demás me va mal. No lo niego, has pasado de ser la razón de mi existencia a ser el escondite que busco cuando a todo lo demás le doy igual.
La vida nunca me volverá a tratar mejor de lo que lo hizo el día que decidió que yo debía existir por y para ti. Nadie me volverá a tratar mejor de lo que lo hiciste tú. Ni peor. Estoy en medio de una nada en la que no me sé mover desde que tú no vas tres pasos por delante de mi, protegiéndome de caer en el abismo.
Las postales que no mandaste, los te quiero que no dije, las tardes de verano colgada de tu cuello y los regalos mal elegidos; los cubatas, cigarros, drogas y orgasmos compartidos... los besos a escondidas y los besos a la luz del día; el asiento trasero de aquel coche o aquel rincón de aquella calle, las despedidas, los recuerdos y las reconciliaciones, los muerdos, las caricias y los abrazos... mis suspiros rotos y tu prisa por marcharte; los pensamientos que te dediqué desde cada asiento de cada autobús y las carreteras que no ví en mis viajes por pensar en tí, me observan desde la pequeña sombra que ya se dibuja en mi habitación con cara rara, como si pensaran: "¡qué facil es olvidar lo que no ves!". Suerte que siempre fuimos satélites de amplia trayectoria, tantas veces intangibles...
Y cada día un instante, volver a pensar en ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario